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Martes, 7 de mayo de 2019

Decía Rilke que la belleza es terrible y que sólo podemos soportar cierta cantidad de belleza, si no recuerdo mal. Los seres humanos odian la grandeza en cuanto detectan en alguien un asomo de grandeza se ponen sin demora y enorme tesón a la tarea de aniquilarlo. Tampoco recuerdo quién dijo eso, tal vez yo mismo. Lo que me lleva por algún vericueto de mi cerebro a Cayetana Álvarez de Toledo. Estoy convencido de que su pobre resultado no obedeció a un mal desempeño al contrario creo que obedeció a un gran desempeño. Era demasiado inteligente y demasiado hermosa: y la hermosura equivocada, además. La hermosura de Arrimadas por ejemplo puede aceptarse y triunfar porque es una hermosura casera, sentimental. La de Cayetana no, porque nace de una inteligencia superior de un estar y manifestarse apolíneo de difícil aceptación por parte del llamado pueblo. El llamado pueblo tiende a rechazar y a echar fuera de la bandada al ave diferente la percibe como una amenaza a la homogeneidad y a la medianía dominante. El pueblo es el pájaro pintado de Kosinski.

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© Juan Abreu, 2006-2019