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Domingo, 7 de abril de 2019

Pusimos la mesa al sol en El Jardín y el sol salía y entraba que eso es la vida como se sabe entrar y salir y mi rubia preferida trajo un gran champán y trufados quesos y ese pan suyo que siempre da ganas de meterla a ella (mi rubia) entre dos lascas de ese pan y comérsela. ¡Y hasta sin pan! Y nuestra Candy hizo un jugoso solomillo y sus patatas melosas y empanadillas de gamba y bebimos vinos de copón alto y el fino de Lustau que ya es la verdadera impronta del carácter de nuestro gran abogado. Estas tardes deberían quedar grabadas en la retina de la época y allí tremolar como la única bandera que amamos la de la libertad. Queda por decir que Pat bailó la choronga ¡y tenía dentro la choronga! Cuánto esplendor. Y había otras bellezas y lo que hicieron pero no quiero abusar. La tarde despuntaba apareció una nube blanca y gris el acebuche acaecía y pasó una curruca y el labio ahíto y en los postreros acordes el trío Espada-Melero-Abreu entonó bajo el cielo y a la vera del agua la Polka de la tarjeta de cartón, y nadie los filmó como debe ser porque la perfección si no es anónima pierde belleza y pierde compostura y pierde razón de ser y pierde calado.

Y así transcurrió amablemente otro de mis días sobre la tierra.

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© Juan Abreu, 2006-2019