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Domingo, 17 de marzo de 2019

Conozco a una mujer y madre que trabaja fieramente para sacar adelante a sus varios hijos y hace poco me contó que el mayor diecisiete años se puso algo desobediente y la madre agarró un sartén y le pegó un sartenazo que le hizo entrar en razón y le devolvió la vergüenza. El hijo así llamado al orden se echó a llorar y le pidió perdón a su madre como cualquier hijo decente y como cualquier persona decente y honorable haría. Tuve oportunidad poco después de hablar con el hijo y me pareció un muchacho sano y educado y un muchacho respetuoso y formal que adora y respeta mucho a su madre, como debe ser. Pero. A veces hasta muchachos así se ganan un sartenazo y una buena madre está en la obligación de asestárselo sin dudar un segundo para que aprendan a comportarse y a ser. Qué madre maravillosa así era la mía.

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© Juan Abreu, 2006-2019