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Domingo, 3 de marzo de 2019

Conozco a Patricia Jacas desde hace años y la observaba con atención cuando en el famoso Jardín bailaba canciones al final de nuestras comidas veraniegas más allá de los vinos y el champán. Y los reunidos en aquellas ceremonias solares decíamos premonitorios qué actriz al verla bailar porque era evidente que Jacas no bailaba que Jacas actuaba aquellas canciones. Deliciosos performances circenses: goteo, destilación de cabelleras. Yo no veía una mujer veía una madeja enmarañada crines de cabaret que se desenredaban en la música e impregnaban nuestras vidas y el atardecer de una babilla encantada. Y así pasaba imperceptible como suele pasar, nuestra ventura.

Más tarde, probablemente en otoño, Jacas nos habló de un monólogo que preparaba y cuyo escenario sería el Jardín. Y entonces vimos que sus danzas improvisadas se habían convertído en el rumor de la vida profunda en algo genuinamente teatral. Una actriz. De la nada, por así decir. Y esa actriz ha ido apoderándose de nuestra bailarina del Jardín y completándose en cada nueva obra. Hemos sido testigos de un prodigio, es lo que quería decir.

La vida nos va cercando implacable pero los mejores a veces consiguen huir.

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© Juan Abreu, 2006-2019