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Jueves, 14 de febrero de 2019

Estoy en la habitación donde muere Pedro. Pedro el Grande. Un hombre desmesurado en todos los sentidos. Gigantesco y cruel y un borracho asesino y despiadado. Pero. Curioso y amante del progreso y un hombre de los que cambian la Historia siempre un hombre cambia la Historia nunca los pueblos ni las turbas. Pedro sabía que su pueblo (¡y él mismo!) era un pueblo de salvajes y se propuso civilizarlos trayendo a su corte a ingenieros y arquitectos y a médicos y especialistas náuticos de países más civilizados, Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda y así. Cuando murió todos los médicos que lo atendían eran alemanes y holandeses. Los palacios que construyó toda San Petersburgo fue levantada por ingenieros extranjeros. Menos mal, si no quién sabe lo que hubiera salido. Y he ahí a Catalina la zarina sollozando junto al lecho. Una mujer brillante, hermosa y pródiga a quien no importaba que Pedro tuviera manadas de amantes ella también tenía a sus hermosos chambelanes y a Pedro tampoco le importaba, anótese. Bromeaban sobre el asunto. Al último chambelán, Willem Mons, Pedro lo detuvo (no por ser amante de Catalina sino por ladrón) y lo decapitó. Y. Ojo al detalle que ilustra muy bien el carácter de Pedro, mandó a conservar la cabeza en un frasco y se la regaló a Catalina que (ojo a Catalina) la conservó tranquilamente en la Cámara de Curiosidades, donde aún puede verse, dice Montefiori. Pedro se pasó la vida guerreando y conquistó muchos territorios para Rusia e hizo mucho por el progreso de Rusia y por sacar a los rusos de la barbarie. Conocía a los rusos y trató de salvarlos de ellos mismos con poco éxito por lo que se ha visto.

Pedro El Grande murió de una infección en las vías urinarias que hoy se hubiera resuelto fácilmente con antibióticos pero eso es lo que tiene el pasado que para la vida humana siempre es espantoso y letal.

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