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Lunes, 28 de enero de 2019

Recuerdo que Reinaldo llamaba yeguas a las mujeres castristas y en general a las mujeres despreciables. Qué yegua, decía. A mí me encanta esa palabra. Uso siempre yegua por ejemplo cuando me refiero a La Pasionaria, Vilma Espín u Omara Portuondo, y cuando lo hago siento que se ha hecho de alguna forma justica. Yo he ampliado la cosa y llamo yegua a Pablo Milanés por ejemplo me refiero a él como esa yegua Milanés o esa yegua a secas. Digo esto porque recientemente he usado bastante la palabra yegua. Preparaba el desayuno y pasaba canales y siempre me detenía en el programa de la señora Quintana que hacía caja descaradamente con lo del niño muerto Julen. Pero, me veía obligado a admitir: entretenimiento. De baja calidad, analfabeto a veces, pero entretenimiento. Y mientras frente al televisor exclamaba qué yegua esa mujer comprendía que a mayor confort a mejor alimentación a mayor bienestar, a mayor refinamiento tecnológico y abundancia y a mayores libertades y seguridades ciudadanas, más frivolidad más irresponsabilidad más ludificación general más deseo de ser y estar ininterrumpidamente entretenidos. Siempre entretenerse, nunca aburrirse, son los mandamientos de la nueva religión y a ellos queda todo supeditado. Y en ese contexto no hay diferencia entre un concurso de cocina una manifestación reivindicativa una manada o un niño muerto.

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© Juan Abreu, 2006-2019