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Lunes, 17 de diciembre de 2018

Yo de muy joven tenía una noviecita en el barrio de Los Pinos e iba por las tardes a pasar por delante de su casa a ver si la veía. Eran los años setenta. Ya Los Pinos presentaba las señales de deterioro típicas de la liberación. Pero antes, en la República, Los Pinos fue un bonito barrio obrero. En la Cuba de mi infancia los barrios obreros florecían en la periferia habanera y los niños de Poey, que era un barrio más pobre y más depauperado, íbamos a esos barrios obreros y nos admirábamos con las casitas modestas pero modernas y pintaditas y de jardines arreglados con su antena de televisión y su coche estacionado al frente muchas veces, que en esos barrios veíamos. Y allí vivían obreros. Claro, años más tarde, cuando yo iba a atisbar a mi noviecita, ya Los Pinos había cambiado mucho y el barrio antes bonito y obrero empezaba su decline y su inevitable vulgarización, atraso y ruina. He recordado esto porque leo otro artículo (y van unos cuantos) sobre la película del pionerito bailarín cubano Carlos Acosta. Y me entero de que el bailarín pionerito de la película de Bollaín se crió en el barrio de Los Pinos. No el bonito barrio obrero que era antes de que nos liberaran. En el barrio ya liberado y en consecuencia en ruinas y hambreado y espantoso. Pobre muchacho.

Y también pienso lo reconozco en que yo un mataperros de Poey acabo de editar una colección de libros de escritores del Mariel (¡incluido Reinaldo Arenas!) de máxima calidad (ya sé que está mal que lo diga), libros de escritores censurados por la dictadura del pionerito bailarín, libros de las víctimas escapadas (a veces por los pelos) de la dictadura de Bollaín y su pionerito bailarín, y ningún medio de prensa español ha creído que vale la pena siquiera mencionarlo.

Lo que es la pereza mental de la prensa española y lo que es el rojerío.

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© Juan Abreu, 2006-2019