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Martes, 13 de noviembre de 2018

En España asesinos terroristas catalanes y vascos son entrevistados como si tal cosa en la televisión y se les trata con deferencia y algunos de ellos hasta ocupan cargos públicos. Un panorama moral verdaderamente grotesco. También existen en España víctimas de los asesinos patriotas vascos que se han reunido con los asesinos de sus padres o hermanos, algo repulsivo. Cuán diferente, pienso a veces, sería todo si algunos familiares de los asesinados hubieran matado a los asesinos de su padre o hermano. No hablo de pegarle un tiro al etarra en cuestión no vamos a imitar a esa basura etarra, hablo de pasarle por encima con un coche o empujarlo delante de un tren, lo que permitiría alegar demencia temporal o algo por el estilo. Aunque. Para que ese acto de justicia alcanzara una dimensión ejemplar, el vengador debería declarar en el juicio que mató al etarra porque le parecía lo justo y que asumía las consecuencias. Matar es muy difícil, supongo, y la mayoría de nosotros somos demasiado civilizados (y cobardes) para asumir las consecuencias de matar.

Pero. Cuando los políticos traicionan a los ciudadanos libres e iguales y se niegan a defenderlos y negocian y pactan ¡y gobiernan! con los usufructuarios políticos de los asesinos, ¿qué es mejor para la salud moral de la sociedad, que un ciudadano libre e igual haga justicia o que aguante vacunamente que lo usen como moneda de cambio para negociar la impunidad de los asesinos y el lavado de imagen de los asesinos y el triunfo de los asesinos?

Pregunto.

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