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Domingo, 30 de septiembre de 2018

Me paso la vida agradeciendo. Desde que abro los ojos empiezo a agradecer, el mismo hecho de abrir los ojos ya lo agradezco. Que salga agua del grifo, cuánto lo agradezco. Y tener pasta dental. Y como es domingo, poder pasar la mañana dedicado a asuntos de los que suelen definirse (falsamente) como insignificantes. Y que no suene el teléfono, una llamada de teléfono puede ensombrecer tu vida para siempre, si lo sabré yo. Y que con la comida beba una cerveza negra alemana y tener el dinero para comprarla y vivir en un país donde vendan esas formidables cervezas hasta en la gasolinera. Y que entre al baño, como sucedió esta mañana, y esté Marta duchándose y quedarme un momento mirándola cómo no agradecerlo. Y que antes de acostarme tenga toda esa agua tibia para ducharme y esta toalla grande y mullida y champú, no saben ustedes lo que agradezco tener champú. Y que después de cenar ¡hay cena! y ver un rato la televisión tenga una cama amplia y ¡con colchón! y una almohada blanda en la que apoyar la cabeza, también lo agradezco. Me paso todo el día ¡y la vida! agradeciendo y agradezco tanto que antes de cerrar los ojos sépanlo ustedes lo único que deseo es poder abrirlos nuevamente cuando amanezca y comenzar a agradecer otra vez.


Cortesías

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