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Miércoles, 18 de julio de 2018

Primero te salen tetas, que si fueran tetas de mujer, fragantes, bien. Pero no lo son. Después, poco a poco, es cierto, la piel se va aflojando forma redecillas parecidas a ristras de rombos melancólicos. Donde primero lo he notado es en los antebrazos, y en el arco de la muñeca. Y más recientemente en la zona del cuello y entrando al pecho. En los muslos no, ni en el vientre ni las nalgas (mis nalguitas bonitas por el momento incólumes) ni en la polla lo que son las cosas. Arrugas en el rostro, claro, y unas manchas que ya las tenía mi madre sobre todo en las manos, mi padre menos. Manchas de un color escamoso.

Y así me voy derrumbando.

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© Juan Abreu, 2006-2019