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Sábado, 14 de julio de 2018

Conocí a Roberto Bolaño, un hombre carismático. Un excelente escritor además, las primeras cien páginas de sus Detectives salvajes me parecen magistrales y 2666 su novela póstuma, formidable. Pero. Bolaños amaba las frases efectistas (y vacías, como la que encabeza este artículo), y era producto de esa izquierda romántica (téngase en cuenta que lo romántico para mí es sinónimo de espantoso) hispanoamericana (ellos dicen latinoamericana) que sueña siempre con una Revolución y tralalá. Su poeta preferido era Nicanor Parra (mala señal). Leo que se publica un tomito de sus poemas desperdigados y menores (por lo que he leído) y en el artículo habla la mujer de Bolaño y de lo que dijo Bolaño de la Revolución y tralalá:

“La obligación o el deber de un poeta joven chileno es primeramente ser un hombre joven chileno; el deber del proletariado es hacer la revolución, el deber del joven poeta chileno – no hablo de los derechistas o centristas que nada tienen que hacer en la poesía – es plegarse en la lucha de su pueblo, y cantarla críticamente, testimonialmente, iluminadoramente: el deber del poeta joven chileno es proponer y crear, y todo con vistas a la revolución”.

Era joven, dicen. Pero. Bueno, yo he conocido a mucha gente joven que nunca pensó esas bobadas típicas de escritores que nunca han vivido bajo la bota de una Revolución ni bajo la perenne patada en el culo que es una Revolución.

Y. Leyendo el artículo por lo de la poesía de Bolaño pensé que dentro de muy poco se publicará la poesía completa de Reinaldo Arenas (un escritor mucho más importante que Bolaño), y seguramente el periódico dedicará un gran artículo a este acontecimiento literario. Seguramente. Sí.

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