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Martes, 19 de junio de 2018

Debería escribirse sobre la influencia de la fealdad femenina en la política española. Malsana, a mi juicio. Es un tema muy interesante. Arriba Muñoz Molina, arriba Jabois, anímense, arriba Almudena y Lucas, arriba Bernal, Marías, Reverte y De Paco, anímese Espada. Deben dedicarse, exijo, en el ensayo o artículo de periódico o revista o suplemento, como mínimo dos párrafos a la feísima Carmena, y otro tanto a la fea Colau. Y. Con la llegada de los socialistas al poder es imperativo ocuparse de las feísimas Calvo y Robles, naturalmente.

La fealdad arruina la vida de la gente (sobre todo de las mujeres) o al menos la amarga, como se sabe. Yo he follado con muchas feas (me gustan) y siempre tenían esta actitud como de que les estaba haciendo un favor, y yo les decía que no mujer, que eres tú quien me lo hace. Las mujeres siempre nos hacen un favor al darnos acceso a sus cuerpos. Pero. Volviendo a la política y las feas, no digo que no pueda haber alguna buena política fea, pero es difícil. La fea cuando llega al poder se torna arrogante y quiere ajustar cuentas al mundo por su fealdad. Y su resentimiento por ser fea e ir por el mundo poco follada en general y envidiando a las guapas, se refleja en su manera de hacer política y en su personalidad política. Véase Calvo y Robles, mujeres no sólo muy feas sino que trasmiten algo desagradable un no sé qué amargo. Y recordemos a la infausta María Teresa Fernández de la Vega que a pesar de mil cirugías nunca pudo erradicar su singular fealdad (a mí siempre me pareció un velociraptor) y así ejerció el poder.

Es inevitable que estas mujeres feas o muy feas trasladen sus frustraciones (sobre todo sexuales) a su manera de ejercer el poder político. Y esto merece un análisis, creo.

A ver, niños, a escribir.

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