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Miércoles, 18 de abril de 2018

Málaga (3)

Se habla de bailes y yo me apresuro a exponer mi teoría de que los bailes de los llamados pueblos son un retrato de esos llamados pueblos. La sardana por ejemplo, un baile asexual, cerrado, tacaño. Un baile seco, cumbayá, que aniquila la libido y predispone a la tristeza y al lloriqueo quejica. Así la catalanidad. Y aún otro ejemplo, véase la rumba cubana que describe y retrata a la perfección la cubanidad, que se reduce como todos sabemos a un mover el culo.

Esto mientras comíamos cazón en adobo, calamar a la plancha (queríamos ortiguillas, pero una fuerza superior nos impidió comerlas), gallineta frita, papas aliñás y bebíamos cerveza muy fría a dos pasos del mar y a salvo de ese viento atroz que sopla aquí con frecuencia. Mi teoría no fue muy bien acogida pero nos reímos bastante.

También dije que lo de la soberanía de los pueblos y la sagrada independencia no son más que monsergas y falsedades. Lo cierto es que hay pueblos (palabra asquerosa pero necesaria en este caso) que no están capacitados para gobernarse y que lo mejor que puede pasarles es que sean la colonia de alguien o el territorio de ultramar de alguien o el estado libre asociado de alguien. Es la única manera de evitar que acaben convirtiéndolo todo en un basurero sangriento, véase Cuba por mencionar el caso que tengo más a mano.

Y mientras hablaba, sólo tenía que levantar un poco la cabeza para comprobar que el cabello del mar era suntuoso e infantiles los ojos de la luz.

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© Juan Abreu, 2006-2019