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Jueves, 15 de febrero de 2018

De madrugada, Kafka despierta con la boca llena de una mezcla de saliva y sangre coagulada. Se levanta, enciende la luz. De la garganta le comienza a manar sangre, corre al aguamanil. La hemorragia continúa varios minutos. Cuando cesa, se lava con agua las manos ensangrentadas. Después, coge un pañuelo, y regresa a la cama. Es el 17 de agosto de 1917. Es la tuberculosis que lo matará.

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© Juan Abreu, 2006-2019