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Viernes, 12 de enero de 2018

En la Praga del desconocido Franz Kafka hubo otro Franz, Werfel, poeta y músico y personaje exuberante de gran talento arrebatador y éxito. Cautivador y temperamento además (una especie de Whitman, pero gordo y poéticamente de bolsillo, comparado) conquistó enseguida fama y fortuna su obra atravesó fronteras y conquistó Berlín y allí fue alabado por el mismísimo Karl Kraus, el antorcha, que publicó poemas de Werfel en su famosa revista.

Lo que me lleva aquí: “Esto nunca pasará de Bodenbach, dijo Werfel cuando Brod le leyó por primera vez unas pequeñas obras en prosa de Kafka. Bodenbach era la estación fronteriza de Bohemia, tras de la cual empezaba el Imperio alemán. Allí, creía Werfel, nadie entendería ese alemán secreto de Praga. Brod se ofendió y se llevó los manuscritos. Más adelante, Kafka reunió sus primeros textos en un delgado volumen cuya producción supervisó Werfel, al otro lado de la frontera. Kafka le regaló un ejemplar. Y en la portada anotó: El gran Franz saluda al pequeño Franz.

Los grandes saben que son grandes.

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