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Lunes, 8 de enero de 2018

La escritora cubana Zoé Valdés se ha dirigido al presidente de Francia, para denunciar una exposición dedicada a un asesino. La exposición no ilustra al público sobre la naturaleza del asesino. La exposición, por el contrario, enmascara y exalta al asesino. El asesino en cuestión es Che Guevara. La exposición ha sido organizada por la alcaldía de París, y cuenta con el apoyo de la alcaldesa de esa ciudad. La exposición miente, hace apología de un asesino, y lo presenta al público como si fuera un héroe romántico. ¿Se permitiría el Ayuntamiento parisino una exposición que exaltara a un nazi asesino de judíos, o a un esbirro de Pinochet asesino de chilenos? No lo creo. ¿Por qué iba a ser diferente en el caso del asesino Guevara? La escritora cree que semejante exposición debe ser retirada del Ayuntamiento. Yo estoy de acuerdo. La solicitud de la escritora nada tiene que ver con la libertad de expresión. Tiene que ver con los estándares morales (y de elemental decencia) que cualquier ciudadano francés tiene derecho a reclamar al Ayuntamiento parisino y a su alcaldesa.

La única exposición posible (y necesaria) sobre el Che Guevara es aquella que se dedique a sus crímenes, y a las víctimas de sus crímenes. (Y a su estupidez, no hay que olvidar que se trata de un hombre que invadió Bolivia en 1966 para llevar a Bolivia la Reforma Agraria, vigente en Bolivia desde 1950).Todo lo demás es una ofensa a esas víctimas y una ofensa naturalmente a la inteligencia del público que, confiando en la profesionalidad de los organizadores de la exhibición, acuda a verla.

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