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Miércoles, 13 de diciembre de 2017
Me da por repasar a cada rato el libro de Gribbin un libro que me impresionó mucho en su momento y me sigue impresionando. Es un libro que nos pone en nuestro lugar que es la intemperie absoluta pero que al tiempo que te dice dónde estás y quién eres exactamente, te aclara la vista y te hace menos gilipollas y menos mamalón en general. No hay muchos libros así ahora, la mayoría de los libros de ahora lo que consiguen es hacerte más gilipollas y más mamalón véase el último de Eduardo Mendoza sobre Cataluña, por mencionar el primero que me viene a la cabeza.
Repaso el libro de Gribbin de noche poco antes de acostarme no sé por qué lo hago a esa hora. Ayer por ejemplo a la una de la madrugada: “Decir que compartimos el 99% de nuestro material genético con los chimpancés se ha convertido en una especie de tópico, pero ello no lo hace menos cierto. Para ser más precisos, nuestra herencia genética común asciende a alrededor del 98,6% de nuestro ADN, una cifra extraordinaria en vista de las diferencias superficiales entre nosotros y ellos. Existen en la actualidad dos especies de chimpancé, el chimpancé común (Pan troglodytes) y el chimpancé pigmeo (Pan paniscus). La técnica del ADN es lo suficientemente precisa como para decirnos que el chimpancé pigmeo es nuestro pariente vivo más cercano, y que el chimpancé común es un pariente ligeramente más distante. Pero sólo ligeramente. De acuerdo con las reglas usuales de la biología, los seres humanos también deberíamos ser clasificados como chimpancés (Pan sapiens), y es sólo nuestra inclinación natural a vernos como algo especial la que nos lleva a clasificarnos como un género distinto, el Homo.”
Leí esto y cerré el libro y pensé tengo que buscar otro insulto porque suelo llamar chimpancés a la gente que quiero insultar. Y chimpancé no es un insulto, es lo que son. A ver qué otra cosa se me ocurre.