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Viernes, 1 de diciembre de 2017

Estoy ordenando el estudio y me está quedando muy bien por cierto y ponía un clavo en la pared para colgar una tinta de Carlos Alfonzo cuando recordé que ahí mismo al pie de la ventana estaba la tarima donde posaban mis invitadas e invitados (el altar la llamaba yo con tantísima razón) y al recordarlo me quedé un momento mirando el espacio ahora vacío y cuánta libertad tuvo lugar en esa tarima las cosas que podría contar pensé, pero no contaré nada porque dudo que ustedes sean capaces de soportar tanta libertad y no quiero que les de una trombosis o algo. Y qué bellos cuerpos en esa tarima, también lo pensé. Tetas, culos, coños y todo bellísimo he tenido suerte en eso lo que me llevaba al lápiz y a la boca siempre de la mejor calidad; y hay que decirlo también pollas muy hermosas en esa tarima sí señor, aparte de la mía quiero decir. Hay feministas que odian las pollas, no todas las feministas odian las pollas, pero algunas sí. No sé cómo alguien puede odiar las pollas con lo bonitas que son las pollas y duras aún más bonitas, hay pocas cosas en la vida más bonitas que una polla dura esa es mi opinión. Se habla mucho y se hace mucha literatura con lo de los atardeceres y los paisajes bellos en general pero donde haya una polla dura que se quite cualquier paisaje de los Alpes suizos, ¿no?

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© Juan Abreu, 2006-2019