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Martes, 14 de noviembre de 2017

Me manda mi amigo Jorge Ferrer unas fotos del apartamento de Bulgákov, en Moscú. El apartamento de El Maestro y Margarita, se entiende. El mismísimo y mítico apartamento donde despierta Stiopa en el capítulo siete. Las paredes de acceso al lugar cubiertas de inscripciones y dibujos que van dejando los lectores que, tratándose de Bulgákov, no son lectores son más bien, como es mi caso, algo así como hijos. Le debo mucho a esa novela. Mi irreverencia viene de Arenas y mis ansias de venganza (nunca saciada) contra los comisarios y los comunistas y cierta ferocidad ilimitada que a veces me aflora viene de Arenas pero también en gran medida de Bulgákov. De su novela. Y de lo que le hicieron a Bulgákov.

Nunca he querido visitar Rusia (en parte por resentimiento, por lo que recuerdo de los rusos y las rusas en Cuba, a los que odiaba, y por malcriadez además), pero ahora al ver estas fotos creo que tendré que reconsiderar lo del viaje e ir a sentarme en el suelo de ese apartamento y cerrar los ojos y respetuosamente bajar la cabeza: uno ha de ser agradecido en la vida.

Y tal vez hasta haya suerte y nos abra la puerta y nos de la bienvenida el gran Popota al llegar allí.

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© Juan Abreu, 2006-2019