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Sábado, 11 de noviembre de 2017

“¿Sabéis que Lenin ahuyentaba a pedradas a los ruiseñores? Así es, lo vi por televisión, en una película de un joven director ruso. Fotografías documentales de Lenin, con su rostro petrificado tras la apoplejía. Se lo llevaron a Crimea, a la primavera, al agua, a la luz del sol, para ver si allí se sentía a gusto. Pero los ruiseñores lo despertaban de madrugada. Una de esas madrugadas salió precipitadamente al jardín, dispuesto a ahuyentarlos. Recogía piedras y se las arrojaba. De pronto se dio cuenta de que ya no podía levantar las piedras, ni el brazo: había quedado paralítico. Era la venganza elegante, exquisita, pero también granítica de los ruiseñores en el gran revolucionario que no soportaba su canto. La venganza del artista”.

Después de comer, con el té. Kertész. Bueno. Sí. Muy bonito. Pero sólo son mariconadas literarias la horrible verdad es que no hubo justicia ni venganza de ningún tipo (¡sobre todo no de ruiseñores!) y el gran asesino murió impune.

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