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5 de octubre de 2017

Lo que padecemos hoy en Cataluña es la apoteosis del plan racista concebido e implementado durante décadas por Jordi Pujol y su pandilla. Véase. En el plan está todo, desde el memorial de agravios hasta el trasfondo mítico. Nosotros y ellos. El objetivo de ese plan era desespañolizar a los españoles de Cataluña (es decir a todas las personas que viven en Cataluña) y convertirlos en patriotas catalanes primero y a ser posible, únicamente. Han triunfado a medias, de ahí la fractura social en Cataluña. La llegada al escenario político de fuerzas fidelistas y populistas cuyo objetivo es destruir el Estado español, ha acelerado y emponzoñado el plan de Pujol y su pandilla. Leyendo el plan de Pujol y su pandilla, entendemos a la prensa catalana (es un decir) y a la escuela catalana (es un decir) y entendemos la estigmatización del español y de todo lo español en Cataluña y la mitificación tribal de todo lo catalán. ¿Por qué pudieron con relativa facilidad los racistas catalanes llevar adelante su plan antiespañol y cómo consiguieron llevarnos al punto de fractura y fanatismo (de tintes claramente nazis) en el que nos encontramos? Porque los políticos españoles a partir de 1978 prefirieron vender España a los racistas de la pandilla de Pujol a cambio de poder, a cambio de gobernar en España. Esa es la triste historia de traición y negligencias que nos ha traído a este momento culminante de la Historia española.

Pero. Después del discurso del Rey ya no se puede (creo) seguir vendiendo ni negociando España. Ha llegado el momento de desactivar el plan racista de Pujol y su pandilla, un plan que sigue su curso ante la criminal indolencia del Gobierno de Mariano Rajoy. La única solución, como se sabe, es suspender la autonomía catalana y encarcelar a los cabecillas de la revolución racista y antiespañola catalana.

Todo el que hable hoy de mediación y de diálogo con los golpistas es un traidor.

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