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24 de julio de 2017

Leo lo de la cineasta Coixet y, bienintencionado, pero pusilánime. Y algo llorón. A estas alturas no sabe si le roba más España o Amazon. Nunca se gana para sustos con estos cerebros socialdemócratas. Y su gran respeto por la ilusión de los sediciosos, digo, los independentistas catalanes. Pero. No acabo de entender por qué hay que respetar la sacralización de lo tribal y la catalana ascensión de lo catalán hasta el Olimpo de lo sentimentalmente separado y sagrado. ¡Y respetable! Ese respeto y ese contemporizar con lo tribal (léase nacionalismo) sólo ha traído a los seres humanos ¡y los europeos deberían saberlo muy bien!, hambre, miseria, atraso, violencia, fanatismo, guerras, genocidios y desolación.

“Que existe en muchos sectores de la población un sentimiento genuinamente nacionalista es innegable y merece el máximo respeto”. Dice Coixet. Pero. No lo merece. El nacionalismo es (junto a las religiones), véase la historia, el responsable de las más siniestras estupideces y de las mayores atrocidades que ha sufrido la humanidad. Si algo deberían tener bien aprendido los ciudadanos de las democracias europeas, es que el nacionalismo no merece el menor respeto. Lo único que merece es que nos enfrentemos a él de la manera más resuelta. Democracia es, precisamente, la erradicación de lo sentimental y lo tribal de los asuntos del Estado y de la Ley.

Cuando se invoca lo sentimental y el respeto que se le debe en asuntos tribales, es que nos hemos rendido al oscurantismo terruñero e impera la seducción del nosotros y ellos. Lo que significa que ya se ha marcado como a reses rumbo al matadero a los ciudadanos libres e iguales.

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