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21 de junio de 2017

La última posada está dividido en cuatro partes y un óbito. La segunda y la cuarta parte, que dan título al libro, están escritas en tercera persona. Dejan de ser un diario. El resultado es prescindible. Paso de largo, a la carrera, diríamos, por estas dos partes. Quiere novelar Kertész y desprecia y considera “superfluo” el poderoso e iluminador íntimo anotar su decadencia física su vejez su proximidad inexorable al fin. Cree que ese anotar a ras del cuerpo no es creativo. Se debate. No se da cuenta de que ese apuntar “no creativo” es su mejor novela lo que son las cosas.

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