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29 de mayo de 2017

Toda cultura popular es una cultura menor. Es verdad. Sólo hay que pensar en la cultura popular catalana y sus muñecones horripilantes y su treparse unos sobre los otros y el niño que cae y se descalabra; sólo hay que pensar en la cultura popular vasca con su alzar pedruscos y su darse patadas en la cabeza. Pero. Hay gradaciones. Vean esto. Miren a esas niñas. Esas niñas son todo lo cultura popular menor que se quiera pero son a la vez glande y pezón y hasta el clítoris dulce si me apuran de una cultura popular atravesada por un gran refinamiento y aderezada hasta lo sublime por la alegría y por la arrogancia de vivir. ¿Y eso no la instala más allá mucho más allá del folklorismo y de la potala del rictus tribal y la une a fin de cuentas al río de belleza que nos civiliza?

Pregunto.

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