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Leo en el jardín a la luz de un sol lentísimo las cartas que durante cuarenta años intercambiaron Johnny Dark y Sam Shepard. Qué libro hermoso. No sólo la escritura firme sino además un resonar heroicamente masculino que se siente leyendo y la consistencia de un tendón desabrochado y húmedo. Y el cielo de Kentucky y las planicies de Nuevo México. Al principio las cartas atañen a hombres jóvenes y erectos subidos a motocicletas, hombres en celo. Dark, que se folla todo lo que se mueve es un personaje intrigante, lo veo a partes iguales gaseoso y crudo algo como se sabe imposible. Shepard por su lado es un vaquero que ama a Beckett y que nunca será un intelectual sólo un escritor y que (hay tipos con suerte) termina a lomos de una joven y bellísima Jessica Lange, imagínense. Sin embargo la vida es lo que es y el tiempo pasa y nos lleva y allá por la página 250 o tal vez alrededor de la 300 aparece la pérdida y la muerte y su doliente trasegar. Y entonces el libro se llena de fantasmas y el cariño entre estos dos hombres adquiere una ternura insondable.

Quién tuviera un amigo así.

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© Juan Abreu, 2006-2019