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Y como he hablado de la isla y de los que viven allí, estas iluminadoras palabras del Maestro:

“El hombre cubano, ya en el momento de su nacimiento, es un hombre fracasado y debe comprender claramente (…) que tendrá que renunciar a sí mismo si decide quedarse en ese país y en ese Estado, cualquiera que sean los auspicios, debe decidir si quiere, quedándose ahí, perecer, envejeciendo fatigosamente y sin llegar a nada, perecer en su propio Estado y en su propio país, presenciar con los ojos abiertos en su propia mente y en su propio cuerpo, ese terrible proceso de extinción, si quiere aceptar un desarrollo descendente durante toda su vida, quedándose en ese Estado y en ese país, o si quiere irse y marcharse tan pronto como pueda y, mediante ese pronto irse y marcharse en lo posible, salvarse, salvar su inteligencia, salvar su personalidad y salvar su naturaleza, porque, si no se marcha, (…) perecerá en ese país, y si no es un hombre vil, se convertirá en ese país y en ese Estado en un hombre vil, y si no es de naturaleza abyecta ni infame, se convertirá en ese país y en ese Estado en un ser de naturaleza vil y abyecta y en una criatura vil y abyecta, y por eso hace falta, desde el principio mismo, desde los primeros momentos del pensamiento, salvarse de ese país y de ese Estado y, cuanto antes vuelva la espalda a ese país y a ese Estado un hombre con facultades intelectuales, tanto mejor, un hombre así tiene que decirse que hay que huir, dejar atrás todo lo que es ese Estado, lo que constituye ese país, irse a cualquier parte, aunque sea al fin del mundo, no quedarse en ningún caso donde nada puede esperar y, sí puede, sólo lo más miserable y lo que destruye la inteligencia y lo que vacía la cabeza y lo que obligará continuamente a la mezquindad y a la vileza”.

Thomas Bernhard

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