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Leo a Léautaud, un hombre de inteligencia verdadera. No todos los escritores la tienen, de hecho es algo muy raro. Antes yo creía que se puede ser a un tiempo un imbécil y un gran escritor. Pero ya no lo creo. Se puede ser un imbécil y un estupendo e incluso un magnífico fabricante de libros, eso sí. Pero. Si no hay inteligencia verdadera como la de Léautaud o la de Bernhard no hay más que lloricas metafóricos y constructores de historias más o menos amenas y profesionales del escribir.

Voy por Léautaud lleno de admiración, y con frecuencia (página 366) extasiado. Qué deliciosa manera de ver a los franceses y a la famosa Revolución francesa.

“La idea de patria tal y como la padecemos nosotros, las virtudes cívicas que han hecho, de los pueblos, los estupendos salvajes que son hoy, son, en efecto, obra de la Revolución francesa. Siempre hemos sido los primeros para estas siniestras estupideces”.

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