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Escribí en el periódico sobre el libro de María Elvira Roca Barea ,pero es el tipo de libro del que nunca se termina de hablar y que nunca terminas de leer. Vuelvo sobre el capítulo de la Inquisición. La historia de la Inquisición española ni diciéndola una y un millón de veces como fue en realidad puede quitarse de encima la mugre calumniosa que los hispanófobos europeos han creado durante siglos y que los intelectuales españoles y la izquierda española y mundial ha cultivado y engordado hasta nuestros días.

“El mito de la Inquisición pasó sin arrugarse a la Ilustración, y después al Romanticismo y al liberalismo, y de ahí hasta hoy (…) Una encuesta del Consejo de Europa llevada a cabo en 2009 con motivo del cuarto centenario de la construcción del telescopio, entre estudiantes de ciencia de toda la Unión Europea, nos puede ilustrar sobre la vigencia de los mitos creados en torno a la Inquisición y sobre cómo estos han llegado a suplantar la realidad. Un 30 por ciento de los estudiantes piensa que Galileo fue quemado en la hoguera por la Inquisición. El 97 por ciento está convencido de que antes de eso fue torturado y casi el cien por cien cree que la frase Eppur si muove fue realmente pronunciada por el italiano. Esto no tiene nada que ver ya con la leyenda negra, pero ilustra muy bien el poder de los mitos. El afortunado invento de esta frase se debió a Giuseppe Baretti en Londres en 1757. Galileo jamás fue torturado. Ni siquiera estuvo en prisión. Su condena consistió en rezar sesenta veces los salmos penitenciales bajo arresto domiciliario, pena que pasó en Villa Médici, uno de los más bellos palacios de Roma, con fuentes y jardines, propiedad del gran duque de Toscana, su protector (…) Frente a este éxito rotundo de la propaganda frente a la historia, puede ponerse como contrapunto de la ley del silencio, el caso de Antoine Lavoisier, uno de los padres fundadores de la Química. Casi nadie sabe que fue guillotinado en 1794 con una excusa cualquiera. La revolución no necesita científicos ni químicos, dijo el presidente del tribunal que lo condenó”.

Y tenía razón, y ya esto lo digo yo, las Revoluciones lo único que han necesitado siempre son asesinos.

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