3126

Y ya que estoy en el estercolero cubano pienso un poco, tampoco demasiado que el tiempo es valioso, en el odio visceral que sienten algunos cubanos (no sé cuántos, pero suficientes) por Obama y en el amor que le profesan a Trump. Es algo curioso. Pero no raro, me he dicho. Los cubanos son muy racistas y cada vez que yo iba a Miami siendo presidente Obama (un hombre elegante, educado y brillante, pero ay, negro) muchos de los cubanos con los que hablé en esas visitas se referían a Obama como “el negro” “el mono”, “el gorila”, etcétera. Ese era el nivel de oposición, digamos ideológica, que encontré en los odiadores de Obama. Todos somos racistas en cierta medida, eso es verdad, hay que admitirlo. Pero los cubanos en lo del racismo, sobresalen, creo.

Y en cuanto a la afición de tantos cubanos (no sé cuántos, pero suficientes) por Trump, un hombre vulgar e histriónico del tipo por mis cojones, tampoco es muy sorprendente. En realidad Trump es el paradigma de líder que gusta a los cubanos, que odian la grandeza y la inteligencia, como prueba la Historia de Cuba. Los cubanos no desean un estadista sino un matón de enormes cojones para que los gobierne. Véanse los Castro. Un patán narcisista y descerebrado pero con dos grandes cojones en la boca siempre, ese es el tipo de líder que encanta a los cubanos. De ahí su amor por Trump.

A cada rato releo El color del verano, la gran novela de la llamada Revolución Cubana, y siempre acabo mi relectura volviendo a ese momento maravilloso en el que la isla a la deriva se hunde en el mar. Qué gran final de novela y que gran final sería ese para la isla en la llamada vida real, naturalmente.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019