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Miami (9)

Inauguran el museo de los cubanos exiliados y el edificio es muy bonito aunque pequeño: con tantos millonarios cubanos que hay en Miami. Pero. Un lugar estupendo a fin de cuentas eso es lo que importa. Saludo a viejos amigos de mi época miamense y es bueno verlos hasta al pintor Bedia veo con su disfraz de indio cada vez más perfeccionado. Nunca he entendido por qué hay que disfrazarse para pintar o escribir. Saludo a Ana Albertina, una pintora que me gusta mucho y a Demi y Arturo, y Portal que se pone a hacernos retratos. En el mío sostengo una hoja blanca sobre el pecho y ahí Pedro pondrá el rostro de algún artista cubano muerto en el exilio, yo pido a Carlos Alfonso, porque era mi amigo y porque es justo que nos acompañe esta noche.

La primera exhibición del museo está dedicada a Luis Cruz Azaceta, nadie lo merece más. Afuera la noche es clara y florida y dentro se habla con mucha inteligencia y bien sobre pintura y sobre arte y sobre la isla pero en mi opinión con demasiada nostalgia. La nostalgia no es el camino, pienso. No estamos en el exilio para llevar a cuestas una isla que no existe, estamos en el exilio para ser libres y para ser hombres y mujeres libres en el paisaje del mundo.

“Ser cubano es ir con Cuba a todas partes. Ser cubano es llevar a Cuba en un persistente recuerdo. Todos llevamos a Cuba dentro como una música inaudita, como una visión insólita que nos sabemos de memoria. Cuba es un paraíso del que huimos tratando de regresar”.

Leen estas palabras de Guillermo Cabrera Infante y me quedo pensando en que no son verdad. Y en que de palabras así provienen todos nuestros males. Ser cubano no es nada especial, diga quién diga lo contrario, Martí puso también todo su talento al servicio de esa superchería tribal, lamentablemente. Cuba no es un paraíso, los paraísos no existen, y no voy con Cuba a todas partes (¿qué quiere decir eso?), y sobre todo yo no huí de allí para regresar.

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© Juan Abreu, 2006-2019