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Ha muerto Janet Reno, coincidimos alguna vez en programas de radio en Miami. Una mujer alta, huesuda, seca y muy masculina una mujer que follaba poco, si es que lo hacía, y se notaba. Era un personaje faulkneriano, típico del Sur, fea, algo siniestra. Yo siempre sospeché que organizaba orgías con caimanes, pero no hay evidencia alguna al respecto. Encarnaba a los viejos anglosajones de antes de que los cubanos y otros hispanics invadiéramos el sur de Florida. Ella y Clinton entregaron al niño Elián a los Castro y ella, según se comentó en ese momento, se puso al teléfono con Fidel Castro para negociar la entrega del niño. Después, ya se sabe, mandó a las fuerzas especiales a la Pequeña Habana, armada y equipada como si fueran a asaltar Moscú, y a punta de ametralladora se llevaron al niño (no olvidemos que la madre se ahogó tratando de conseguir que su hijo creciera en un país libre y no en el estercolero castrista) y se lo entregaron a los Castro, consumando así la mayor traición norteamericana (entre tantas) a los cubanos libres. Los cubanos, que se habían pasado meses amenazando y hablando bobadas acerca de lo que sucedería si los Clinton se atrevían a entregar al niño, como era de esperar, no hicieron nada, salvo lloriquear y chillar como acostumbran.

Pero. Lo que quería decir es que ha muerto Janet Reno y que como bien dijo ayer Zoé Valdés, ojalá la esté esperando en el más allá la madre de Elián, Elizabeth Brotons, y le propine al llegar una buena y muy merecida patada en el culo.

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