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Por suerte ya ha pasado lo del fútbol. Hasta lo que expelen los ganadores en las celebraciones es siempre el mismo aburrido farfullar entre ridículo y llorón. A mí lo que más me llama la atención del asunto es el esfuerzo de los literatos por revestir una actividad tan simiesca (dos tribus se enfrentan) de un aura mística, de una profundidad filosófica y de una importancia existencial e incluso artística. Se leen cada cosas. Hasta nuestro Espada se trajo hoy al aquelarre al paleontólogo Gould, que después de decir algunas verdades acerca del béisbol aparca el cerebro y se limpia las manos con una de esas frases tan rimbombantes y tan vacías: “El béisbol es profundo por sí mismo”. Ya, pero nada es profundo por sí mismo, sólo por los significados y resonancias humanamente adosadas. Y no sólo suelta su frase sin sentido tranquilamente Gould sino que la remata confiriendo a la elemental identidad tribal un rango especial y superior sin duda que excluye a los infelices no iniciados, los que no somos “hinchas”, pobrecillos, no podemos entenderlo. ¡Un paleontólogo!

Y como si fuera poco, “lenguaje recto”, zanja y concluye Espada. Pero, querido, lenguaje recto es lo único que hay. Y carece de profundidad, como se sabe.

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