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Al despertar y mirando agitarse el olivo me pongo a pensar en el yo por la conversación de ayer, supongo, y llego a la única conclusión posible: el yo es una ficción y por tanto nosotros mismos en todo lo que concierne al lenguaje, la consciencia o el intelecto, somos ficción. Tenemos la ilusión de que somos fundamentalmente nuestro yo, pero no es cierto. Nuestro yo representa sólo una parte ínfima de las actividades de nuestro cerebro, actividades para las cuales no cuenta para nada con ese yo, que nos parece el centro del Universo pero que es sólo una necesidad de la evolución: sin ese yo el chimpancé humano no hubiera sido viable.

Todo lo que se elabore mediante el lenguaje en torno a actividades de nuestras vidas una vez que estas actividades dejan de ser hechos y pasan por el yo, se convierte en ficción.

Sólo hay ficción. Sostener que hay un territorio ajeno a la ficción en cualquier hecho vivido pasado por el lenguaje y el yo, es ridículo, y es, naturalmente, ficción.

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© Juan Abreu, 2006-2019