2215

Llego a la página 513 y al ensayo titulado Mordidas del caimán barbudo, publicado en The London Review of Books en 1981 y en la revista Quimera en 1984. Un ensayo excelente y muy útil para conocer el siniestro ambiente cultural de los primeros años de la Revolución y para comprender por qué la cultura cubana desde entonces es poco más que un estercolero.

Llama la atención el odio a Lezama Lima, el más grande poeta cubano, de parte de la mayoría de los jóvenes y no tan jóvenes escritores del momento. Aunque es un odio comprensible, el destino a fin de cuentas de la grandeza es ser odiada. Por otro lado, resulta admirable la honestidad del autor de Tres tristes Tigres que reconoce que “lo que hicimos en realidad fue tratar de asesinar la reputación de Lezama”.

El ensayo de CI, brillante a ratos, es importante para cualquiera interesado en la cultura cubana. Pero. Es lamentable que cuando llega a la parte de la historia que concierne a Reinaldo Arenas, el ensayista opte por la invención. Todo el episodio acerca del intento de rescate de Arenas, organizado por Jorge y Margarita Camacho y un grupo de amigos franceses, es (dicho suavemente) inexacto. No hubo ninguna maleta diplomática con balsa de goma ni red homosexual ni fallo de la embarcación, que jamás llegó a manos de Arenas. Yo llevé a Joris Lagarde, que trajo la (mal) llamada balsa de Francia, a encontrarse con Arenas en el Parque Lenin, y sé lo que digo. Tampoco existieron unos mellizos “femeninos y amables”, que ayudaran a Arenas. Yo y mis hermanos lo ayudamos y si bien es verdad que somos amables (a veces) no somos muy femeninos, francamente.

¿Por qué en 1981 y 1984, con Arenas ya fuera de Cuba, Cabrera Infante publicó estas invenciones como si fueran hechos?

A saber.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019