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Hay una molicie de la temperatura pero además una considerable agresividad corporal. Voy al mercado y estoy a punto de estrellarme dos o tres veces. Con la llegada del verano llega también un desnudarse que es lo mejor del verano qué duda cabe. Veo a una rubia grande y ahusada con un vestido transparente y las rotundas nalgas al trasluz y digo qué bestia y esa es la primera vez en que estoy a punto de estrellarme. Allá en la isla pavorosa van así siempre y la desnudez se vulgariza claro pero aquí esa transición de lo cubierto de las botas altas a las sandalias y del todo oculto al todo expuesto es algo formidable.

La superficialidad de lo tropical y su cultura siempre derivativa tiene que ver con esa falta de contrastes con la ausencia del pendular de las estaciones, creo.

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© Juan Abreu, 2006-2019