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Londres (2)

Yo a la chica que nos atiende aquí en el hotel en el desayuno me la llevaría a casa no se me ocurre nada superior a despertar y verla llegar energética y sonriente y llamarme ¡Sir! y cómo cada uno de sus movimientos destila educación y gentileza y amabilidad y hasta un jugoso e ilustrado candor. Una camarera barcelonesa, en comparación, es como un chimpancé enfurecido para quien hacer su trabajo es una humillación inconcebible: el servicio en Barcelona es una extensión pestilente del progresismo cutre que define la ciudad. Cuando estás en ciudades civilizadas como Londres te das cuenta de que el servicio en hoteles y restaurantes en Barcelona es completamente tercermundista y grosero y grotesco y francamente provincial.

Una gran ciudad es una ciudad higiénica, ante todo. Una ciudad donde los lavamanos están a la altura adecuada para que te puedas lavar la polla después de orinar. En España nadie se lava la polla después de orinar, como he podido comprobar viajando por toda España. No encuentras en toda España un lavamanos donde puedas meter la polla y lavártela como indica la más elemental higiene, después de orinar. Ah, pero en Londres. Los lavamanos a la altura perfecta como debe ser.

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© Juan Abreu, 2006-2019