2025

Miami (3)

Estoy en casa de mi amigo Prado, gran coleccionista y encuentro mis cuadros de hace treinta años en una pared. Dos acuarelas y un dibujo. No una pared cualquiera. Una pared junto a varios importantes pintores cubanos. Ya no recordaba estos cuadros y verlos me produce una escamosa felicidad y un gran desconcierto. Porque es como si hubieran alcanzado una independencia que me excluye, que borra incluso mi memoria de haberlos pintado un día.

A fin de cuentas parece que Paglia, como de costumbre, tiene razón: La belleza es el permiso para vivir del objeto artístico. El objeto existe por sí mismo, como un dios. La belleza es la luz interior del objeto artístico. Esto nos lo dicen nuestros ojos. La belleza es nuestra válvula de escape de la lóbrega envoltura de carne que nos aprisiona.

Después, Prado, siempre tan gentil, me lleva a ver un Mijares y dos Servando Cabrera que ha comprado hace poco y que están en el taller del restaurador. Hay gente que piensa que Mijares es un pintor menor, pero un cuadro como este no puede pintarlo un pintor menor. Un pintor irregular, Mijares, sí, un pintor que pintó mucho para vender sí, pero no un pintor menor. Los desnudos de Servando Cabrera, uno típico, pero el otro excelente con su pinga larga y traslúcida y contemplándolo pienso otra vez en que es una desgracia que la pintura sea en general tan mojigata y los pintores y los coleccionistas y los museos tan hipócritas y tan cobardes.

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© Juan Abreu, 2006-2019