1976

Israel (8)

Ya conocen ustedes mi teoría acerca de la necesidad de bombardear todos los lugares santos y sagrados. Tierras santas mecas y otros basureros semejantes. Lo saludable que sería para la Humanidad si toda esa porquería desapareciera. Pues asómbrense. En Jerusalén encuentro jóvenes israelíes que piensan lo mismo. Bueno, no lo mismo, pero casi: dicen que vendría bien un terremoto que se tragara la Cúpula de la Roca y lo que hay debajo (unas piedras más viejas) que es sagrado sagradísimo para los judíos y que el terremoto dejara a los religiosos más fanáticos sin lugar sagrado por el que matarse. No sé si desean también que el terremoto se trague el Muro de las Lamentaciones y el Monde de los Olivos con su huella de Jesús alzando el vuelo y sus numerosas tumbas inauditas (¡la tumba de Adán!), pero ya es un buen comienzo desear el terremoto, ¿no?

Hablamos de esto mientras cenamos en un buen (dicen) restaurante en Jerusalén. La comida mala y cara. El vino del Golán, excelente eso sí, un vino resonante moderno y sofisticado un vino muy alejado de toda mentalidad camellera. Y pienso mientras bebo que la existencia de este vino justifica absolutamente que Israel ocupe ese territorio del Golán bañado como se dice por el río Jordán. No sólo que lo ocupe sino que se quede allí para siempre.

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