1972

Israel (4)

Dejamos atrás los altos pedregales y entramos en el desierto de Judea. He paseado en camello por desiertos africanos y esto que veo no me parece un desierto a lo sumo un gran pedregal. Es sabbath y la carretera está despejada así que voy a buen paso. El cielo parece vidrio y al rato a la izquierda aparece el famoso Mar Muerto. Una gris extensión de aspecto gelatinoso y orillas de sal. Dicen que las aguas del Mar Muerto son curativas. Bueno. Lo mismo dicen del Ganges y si te metes en el Ganges lo más probable es que revientes en cinco minutos

Llegamos a un checkpoint. A ver si hay suerte y una de esas soldados de generosas pelambres me pide el pasaporte o aún mejor me hace bajar del coche y me inspecciona. Veamos, sí, en el retrovisor tengo tremenda pinta de sospechoso. Pero. Nada. Ay.

El plan es ver el Mar Muerto y luego ir a Masada. Dicen que desde Masada la puesta de sol es única. Hay que desconfiar siempre de esas puestas de sol únicas, una puesta de sol es una puesta de sol como es evidente. De camino, visitamos Ein Gedi. Allí estoy un rato frente al gigantesco flamboyán de mi infancia.

Comemos, no tan mal, cerca del kibbutz, en una terraza que cae sobre el mar (es un decir) y bebo una robusta cerveza del país. Después, seguimos viaje y llegamos a Masada justo a las cuatro de la tarde cuando acaban de cerrar el acceso a la cima. No digo nada pero en el fondo me alegro porque si de algo no tenía ganas era de trepar como una cabra a estas horas. Ya miraré las ruinas esas en Google Maps, me digo aliviado.

Y acto seguido corro a comprarme una gorra del Israel Army para hacer rabiar a los progres cuando me pasee por Barcelona.

Comentarios

© Juan Abreu, 2006-2019