1969

Israel

Vamos por la noche acristalada. Las carreteras rojas y las colinas de piedra. Los olivos en la oscuridad como garfios. Nos tomará cuarenta minutos llegar a Jerusalén, dice el conductor del shuttle. Jerusalén. No siento ninguna emoción especial. Ni siquiera literaria. Colinas, colinas. Y casas uniformemente feas. Llegamos al alba y hay que caminar un poco hasta el hotel. Estoy posiblemente en el lugar más infectado de Dios del planeta, si exceptuamos el grano supurante de La Meca.

Oh Jerusalén, ciudad santa, arrastro la maleta por tus sucias calles y lo primero que pienso es que pareces un suburbio de Murcia.

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© Juan Abreu, 2006-2019